Messi fulmina con dos goles al Arsenal #Fotos #Vídeo

Como el hermanastro negro del Lazarillo de Tormes, nos asustamos a veces de los demás porque no acabamos de identificar nuestro reflejo en el espejo. La afición del Barça corría ayer por Londres con su estética de camiseta y bufanda, de mochila y de chándal; con sus cánticos, y sus modales que pueden fácilmente deducirse a partir de esta estampa. En manifiesto contraste al tumulto, se escuchaba el catalán en los mejores restaurantes, porque los desplazamientos londinenses del Barça son el más sensacional pretexto que hasta ahora los hombres de mi ciudad han encontrado para un furtivo viaje con amigos entre semana, masculino, letal y mítico, en su controlado punto de dispersión y en su felicidad máxima.

Camisetas y trompetas transitaban hacia el Emirates junto a presencias más reconocibles, como la de Josep Antoni Duran i Lleida, el que casi siempre fue el hombre de Convergència en Madrid hasta que en mi país sopló, sopló, sopló la tramuntana. Lo más gracioso de Duran es que la solución a la tensión entre Cataluña y el Estado va a ser tarde o temprano la que él siempre planteó desde mucho antes que la agitación chillona y estéril se lo llevara por delante. «Nobody can know your heart the way I do. No one can testify to all that you’ve been through, but I will».

El Arsenal empezó valiente, como todos los equipos que acaban goleados por el Barça. Esos ataques más voluntariosos que precisos, un poco como su Arsène Wegner, el técnico más de culto y sobrevalorado del fútbol moderno.

Ningún frío en Londres. Lamentable sofoco primaveral. Lo único que quedaba en pie era la Reina y mis recientes Chelsea boots; de Church’s, con esa rígida piel del zapato inglés que te destroza el pie cuando lo estrenas. Somos el dolor fértil del rigor, y de la esperanza. Se distinguía a los barcelonistas por ir excesivamente protegidos contra un clima improbable. Mi tabardo de Bel no hacía ninguna falta, pero se imponía con autoridad a las prendas de la masa.

El juego de los locales azuzaba a su afición, pero sin la profundidad que decanta partidos como éste. El Barcelona aguardaba. 3.000 aficionados culés, el resto londinenses entregados. Ni una butaca vacía, gran noche de Champions.

Defensa zonal del Arsenal en el 14 de la primera parte, el Barça no se sentía cómodo y optaba por no tomar riesgos innecesarios. Sobre el minuto 20, los de Luis Enrique empezaron a hipnotizar al contrario, sin llegar a dominarle, pero sí a hundirle en su principio de cansancio y en su falta de salida organizada.

El Barça no acababa de encontrarse. Ni Messi a balón parado era capaz de inquietar a Čech. Confusa primera parte.

En la reanudación el Barcelona salió más ofensivo a la espera de ver si el Arsenal aguantaba el ritmo de la primera parte. A veces no nos damos cuenta del desgaste físico que asumen los equipos que más o menos consiguen anular al Barça en la primera parte. Neymar la tuvo pero Čech estuvo espléndido en el rechace. Primer aviso. Los de Luis Enrique empezaban a llegar con peligro. La bestia se despertaba. Tremendo ambiente en la grada, cánticos ingleses de toda clase. Los 3.000 culés, anulados. Ter Stegen salvó un cabezazo de Giroud cuando el gol ya se cantaba.

En el 66, un centro de Suárez no pudo rematarlo Neymar. El Barça vivía cerca del área del Arsenal. El Arsenal, en sus incursiones, demostraba que es un equipo demasiado blandengue para ganar una Champions.

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Messi dirige una victoria importante frente al Arsenal

Había partido en las dos áreas pero sólo un carácter. Y al final se concretó en un contraataque conducido por Neymar y rematado por Messi, reflejando en el marcador la diferencia teórica y material entre los dos equipos. Especialmente brillante el instante que espera Messi para dejar pasar a Čech y batirle finalmente. Espectacular transición, resolución letal, inapelable y helada. Catorce segundos definitivos, y mágicos. El primer gol que Messi consigue marcarle a este portero memorable. Casi sin solución de continuidad, Suárez remató al palo un gol cantado y el Ársenal pudo empatar a la jugada siguiente.

Pero en el 82, Messi fue objeto de un claro penalti y el argentino fue capaz de batir a Čech por segunda vez en su carrera. Messi demostró, por cierto, que sólo falla los penaltis sin importancia. Piqué con el 0-2 buscó la amarilla que le permitirá pasar limpio a cuartos.

El Barça cuadró la eliminatoria con su natural superioridad, invalidando el voluntarismo del Arsenal, tan entrañable.

 

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