El Lago Enriquillo disminuye 50 centímetros por la sequía

LA DESCUBIERTA. En los pueblos que bordean el Lago Enriquillo y entre los comerciantes que venden próximo al fronterizo Lago Azuei, en Jimaní, ha corrido la información de que se ha reducido hasta 50 centímetros el nivel de las aguas de ambos recursos acuíferos, desbordados a niveles perjudiciales en los últimos años.

La información es confirmada por investigadores del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec) y se puede constatar por métodos básicos de medición colocados en ambos lagos.

Al final de un sendero ecoturístico en La Azufrada, por donde se arrastran iguanas en su habitat natural, hay un muelle que flota entre el vaivén de las olas que forman las aguas del Lago Enriquillo. A su derecha, en un tronco que años atrás estaba en tierra seca, está amarrada una vara con diferentes marcas numéricas que precisan que las aguas han disminuido 50 centímetros.

A 20 kilómetros, en Mal Paso, Jimaní, el Lago Azuey también refleja un descenso a partir de unas marcas pautadas con “tirrap” en dos estacas enclavadas en las aguas, próximo a la carretera que llega hacia el mercado binacional.

“Tenemos indicios de que el agua del lago ha estado bajando”, afirma el hidrogeólogo e investigador del Intec, Virgilio Miniño. ¿Qué lo está provocando?, le pregunta DL. “Ha habido una gran sequía y poca agua le está entrando de las áreas de los alrededores del subsuelo”, responde.

“El equipo del Intec -agrega- y el City College of New York, que tienen estaciones meteorológicas establecidas en las sierras de Neyba y Bahoruco, y que también han estado monitoreando el nivel del agua del lago, han notado una ligera baja en el mismo, así como un aumento de la salinidad”.

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Los valores climatológicos de la Oficina Nacional de Meteorología establecen que en la región suroeste del país se produce una sequía estacional entre noviembre-abril. Sin embargo, la más reciente se ha prolongado hasta la fecha ya que las ondas tropicales que deben incidir desde mayo no han producido las lluvias necesarias porque se quedan al sur del mar Caribe.

Esta sequía también incide en otros lagos y lagunas que integran la región hídrica de la zona que igualmente han experimentado elevación en sus niveles, a pesar de que se sostiene la hipótesis de que no están interconectados.

Las lagunas El Limón, Cabral y En Medio, en República Dominicana, y los lagos Trou Caiman y Miragoane, en Haití, han crecido. Sin embargo, en el caso de El Limón, los parceleros observan una leve disminución desde hace dos meses. “Los terrenos que se inundaron ya ella (la laguna) los va dejando; hay una parte en que los agricultores hemos empezado a sembrar de nuevo”, dice Simeón Cuevas, un productor de guineos que además es presidente de la Asociación de Parceleros en El Limón de Jimaní.

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Datos del Intec establecen que en 2003 el lago Enriquillo -el más grande del Caribe- alcanzó una baja histórica, con una superficie de 165 kilómetros cuadrados, y para 2013 se duplicó a unos 350 kilómetros cuadrados. El Azuei pasó en el mismo periodo de 114 a 140 kilómetros cuadrados.

Tomando en cuenta estos valores, la reducción actual de las aguas no es significativa, entiende la bióloga e investigadora del Intec, Yolanda León. Considera que una vez pase la época de sequía, pudieran volver a subir. Sin embargo, los pobladores están esperanzados en que ocurra lo contrario y las aguas sigan recogiéndose.

Un radar para entender el subsuelo

En medio de hipótesis que sugieren que las crecidas son producto de fallas sísmicas, de la sedimentación, por las lluvias o cambios hidroclimáticos, los investigadores prosiguen con sus intentos de llegar a una conclusión más certera.

A las 9 de la mañana de un soleado viernes de julio, el profesor Miniño parquea su camioneta en una calle polvorienta de Duvergé. Inmediatamente, procede a armar un radar de penetración terrestre adquirido en marzo -y único en el país- para estudiar 50 puntos del subsuelo alrededor del Lago Enriquillo.

Asistido por un estudiante del Intec que se coloca una mochila que pesa más de 20 libras, ambos empiezan a caminar arrastrando por el pavimento una antena de 10 metros de largo. En una pantalla, observan las ondas que reporta y que guardarán en una base de datos.

“El agua que le entra al lago casi toda es del subsuelo. El lago empezó a crecer en 2004, pero las tormentas Olga y Noel fueron en 2007, entonces estamos tratando de determinar qué dinámica había en el subsuelo desde el 2004 hasta el 2007”, explica Miniño, quien está inmerso en las indagatorias junto con la bióloga Yolanda León y la estudiante de maestría Aida Rosario.

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