“El Viejo Liopo” fue despedido con aplausos en su morada final

El pena y el dolor de la despedida de Leopoldo Severino, popularmente conocido “El Viejo Liopo”, al ser llevado a su morada final de la metrópolis Santa Fe, terminó con aplausos de los presentes, para honrar lo que fue la vida de este legendario y popular personaje.

A instancia de su amigo Yompy, luego de las palabras del pastor del barrio 3 1/2 de la carretera Mella, donde residía, “él lo que nos dio, fue alegría y yo quiero despedirlo con un aplauso”, expresó su carnal a quien solía decir: “Ten cuidado”, “No me hables tantos disparates”.

La ovación siguió a la revelación de que “Liopo, se arrepintió y se entregó a Dios al final de su vida” lo que hizo que el religioso evangélico exhortara a los presentes a mejor hacer su arrepentimiento a tiempo, empero valoró que a pesar de su larga vida, se decidió al final.

El martes se llevó a cabo el sepelio de Severino, quien saltó a la fama en las redes sociales al convertirse en una de las figuras más populares y conocidas, cuando interactuaba y realizaba recorrido con su amigo.

El Viejo Liopo fue sepultado en medio de aplausos en su morada final en la metropolis Santa Fe de San Pedro de Macoris

Alegre de su la vivienda que obtuvo precisamente en esos menesteres, “El Viejo Liopo” quien fue despedido por su familia, cinco hijos, vecinos y quienes le admiraban de varias ciudades del país, también fue despedido por la madre de tres de ellos, quien fue su segunda pareja y con quien duró 15 años.

La emotiva despedida, fijó el rostro final del personaje, visto detrás de un vidrio del ataúd, a los presentes, mientras el llanto asomaba por los rostros de su hermana, Altagracia, quien permaneció el mayor tiempo a su lado y residían al lado.

El luto fue evidente al igual que la naturaleza de los comentarios, que giraban en torno a una que otra de las salidas del personaje de 86 años.

El cáncer de esófago limitó sus producciones originales, pero las grabadas, eran repetidas e incluso viralizadas en Nueva York y otras ciudades, donde tenía su legión de admiradores.

No faltaron quienes recordaran los buenos momentos con Liopo, quien amaba los animales y los niños.

Las ocurrencias de Liopo, las respuestas insospechadas y el desenfado cargado de lo infantil, su peculiar solidaridad y trato, le ganaron un espacio, que deja un vacío en la memoria pública, pero que al igual que su barriada y San Pedro de Macorís, siempre lo recordará con afecto y gratitud.

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